Comunica2 100%

INFORME DEL 9 DE ABRIL DE 1948, LA NOCHE QUEDO ATRÁS.

17.05.2010 00:39

ELABORADO EN ABRIL 7 DE 2010

INFORME DE LECTURA

9 DE ABRIL DE 1948: UNA FECHA MEMORABLE PARA TODOS LOS COLOMBIANOS.

“Un magnicidio que cambió la historia de Colombia”, es como define Hernando Téllez, periodista, traductor, publicista, y autor de la crónica que narra detalladamente la histórica fecha en que murió el Líder del Partido Liberal Político, Jorge Eliécer Gaitán Ayala.

Jorge Eliécer Gaitán, nació en (Cucunubá-Colombia el 23 de enero de 1903), era un hombre estudioso, luchador, entregado a sus ideales, y quién en alguna oportunidad se definió a sí mismo como “Yo no soy un hombre, soy un pueblo, y el pueblo es superior a sus dirigentes”. Esa definición perfecta fue posible por su profunda calidad humana, por su pensamiento y acción sobre los cuales construyó su personalidad recia y batalladora, dirigida al enfrentamiento del orden establecido, asumiendo siempre su rol con plena conciencia hasta las últimas consecuencias y a hasta su último día de vida.

Es por ello que la vida de Gaitán se convierte en una parábola de lucha y de superación, y se plantea desde su juventud, la conquista del poder para el pueblo.

El ser abogado también le aportó confianza en el sistema jurídico y en las posibilidades personales de redención de las clases menos favorecidas, rasgos de su posterior caudillismo.

Este líder populista que estaba al lado de todo el pueblo, de toda la clase obrera y la población menos favorecida, sufrió el lamentable índice de violencia que iniciaba en la década de los 40, una lucha de las clases sociales y partidos políticos que se encargaban de determinar una guerra civil no declarada, y que justamente explotó con el estallido de tres disparos que ocasionaron la muerte del Jefe del Partido Liberal, el cuál contaba con miles de seguidores liberales, en su postulación para la elección de la presidencia de la República.

Su muerte desencadenó un movimiento de carácter revolucionario, pues la ciudadanía enloquecida por lo acontecido, decide linchar y arrastrar por la carrera séptima hasta la Plaza de Bolívar, al asesino que se hacía identificar con el nombre de Juan Roa Sierra, según lo que decía en la cédula de ciudadanía del criminal, que pudo conseguir el cronista de El Espectador, Felipe González Toledo.

Jorge Eliécer fue un hombre que trabajó para su pueblo y su pueblo se identificaba con él. Un hombre que colocó en segundo plano su vida privada y la redujo prácticamente, a la construcción de la revolución. Aclarando que un revolucionario no es siempre un rebelde. Pues el rebelde es una negación temperamental en frente a los acontecimientos. El revolucionario es una afirmación cerebral, no en frente, sino dentro de los acontecimientos. En el uno la posición es expectante, en el otro es actuante.

Y eso fue lo que hicieron sus fieles y firmes seguidores, actuar, precipitando la ciudad capitalina al caos, pues era enorme la gravedad de los sucesos que se estaban presentando, hombres y mujeres disparando desde todas las torres y tejados de la ciudad, saqueos a innumerables almacenes y edificios, centenares de cadáveres en las aceras, los presos concentrados en las cárceles de La Picota, la Modelo, el Buen Pastor y la Penitenciaría Central huyeron aprovechando el tumulto, los borrachos que saquearon las licoreras se quedaron dormidos en las calles, e innumerables incendios y daños hicieron parte de este histórico drama.

Ese viernes 9 de Abril, la ciudad continuaba parada, las radiodifusoras y los periódicos habían sido clausurados, excepto El Liberal, que sólo hasta el domingo paró de trabajar, los buses y tranvías estaban completamente destruidos, haciendo el desplazamiento y la comunicación muy dificultosa estos trágicos días. Sólo el servicio telefónico, tan deficiente siempre, fue perfecto en esta emergencia.

Todos aquellos que predicaban sensatez eran mal mirados y tuvieron que huir ante la amenaza de ser linchados.

El pueblo pedía a gritos un jefe y fue así como el alto magistrado en una reunión que duró más de 18 horas, con miembros del gobierno nombró el nuevo gabinete, en el que aparecía Darío Echandía como nuevo Jefe del Liberalismo, el cual aceptó y de inmediato se puso al frente de toda la situación, esperando ser muy sensato y sereno en esta ardua tarea que estaba iniciando. Salió enseguida a pedir cordura, orden y serenidad pero sus palabras parece que fueron en vano, porque sólo hasta que, el gobierno, gracias a la unión nacional y al Ejército, se había consolidado y a los lejos se presumía el regreso a la normalidad.

A aquellos que violentamente aún ponían resistencia se les envió un ultimátum, que de lo contrario los aviones bombardearían momentáneamente el lugar donde se encontraban, pero después de conseguir la promesa de amnistía, todos estos opositores se entregaron.

De todo el país llegaron refuerzos, la Infantería de marina, el Ejército, y junto con el gobierno que decretó ley marcial, Bogotá quedaba bajo el régimen del trágico “toque de queda” a partir de las 7pm. Y así poco a poco se fue tomando el control de la situación. Pudiendo así disponerse a darle un homenaje a este gran líder en el Parque Nacional y una digna sepultura en la cripta cavada en el comedor donde vivió sus últimos días.

Y con admiración se recuerda este hombre hoy en día, en algo que la gran mayoría de los Colombianos todos los días tocamos, es este pequeño y significativo billete de $1.000 Colombiano.

Volver

Buscar en el sitio

© 2009 Todos los derechos reservados.